BIOMBO NEGRO..... SI PUEDES SOÑARLO, PUEDES LOGRARLO.
El reloj hablaba alto, lo tiré, me daba miedo lo que decía.
¿Estás dispuesto a morir y no eres capaz de matar?, entonces querido no eres de fiar.
Veo cosas terribles, y por primera vez las he podido tocar, quién sabe si con el tiempo logro llegar a ser una de esas buenas personas que deambulan sin rumbo fijo por el sendero que solo les conduce a un lugar, un lugar que no es otro que la cita con la muerte.
Cuando siento que mis fuerzas se encuentran al limite, es entonces cuando invoco a mi "ANJANA", esa que me deja en el umbral de mi puerta regalos por haber sido misericordiosa, y me castiga si por el contrario he obrado mal.
Salgo cada noche en busca de "YO QUE SÉ", aún así lo hago porque mi curiosidad por volver a ver lo diferente que es la vida cuando anochece, y los más privilegiados esos que tienen un techo se recogen en sus salones con una buena calefacción y un cuenco de palomitas a ver como una tras otra las sentencias de muerte se van ejecutando en el mundo sin piedad alguna, y cuando el cansancio les invade, sencillamente con dar al botón del mando a distancia de apagar, bajan el telón de la representación, y se disponen a echar a dormir sus conciencias como si no hubiera pasado nada, y francamente visto desde sus puntos de vista para ellos ¡NO HA SUCEDIDO NADA!, ni por tierra, ni por mar, ni por aire.
Camino, camino e incluso corro cuando la lluvia arrecia para guarecerme, ya que no llevo paraguas, vaya a ser que se me olvide en algún lugar y cuando me vuelva a la memoria que lo llevaba, regrese y voluntariamente cansado de esperar decidió tener un nuevo dueño más cuidadoso con él.
Miro los escaparates de las tiendas ya cerradas, saludo sonrío e incluso mantengo un monologo con los pobres maniquíes que se encuentran dentro de ellas, maniquíes afortunados diría yo ya que son ellos de todos los que trabajan allí empleados afortunados por poseer contratos indefinidos.
A veces me siento frente a ellos en el asiento de la parada de un autobús cualquiera de la acera de enfrente donde están y les observo. Veo como se desperezan estirando los brazos y las piernas fabricadas con fibra de vidrio, como se abrazan entre ellos para poder una noche más volver a la vida aunque sea una vida de fantasía no elegida.
Me acerco sigilosamente, intentando no hacer ruido, no pretendo ni por un solo instante invadir su intimidad, pero mis granas de ver algo tan extraño me pueden y hacen que cruce la calle, me pare frente al escaparate y les mire sin pudor alguno con una única intención de que me inviten a compartir su mundo.
Es curioso y a la vez excitante saber que para nada les importa mi presencia, todo lo contrario, sus caras se ladeaban para contemplarme mejor, sus labios hacían una mueca picara y sus ojos caritativos me estaban invitando a que entrara en su reducido pero libre espacio, porque no eran ellos los que se hallaban atrapados sino yo en una pompa de jabón apunto de estallar y solo pretendían salvarme.
Ellos dentro, yo fuera, da lo mismo, total querer es poder y ellos y yo en silencio en unas de tantas frías madrugadas de invierno para entrar en calor me enseñaron unos pasos de baile, que como buena alumna aventajada regresaba cada noche a interpretar delante de sus profesores lo que con tanto interés aprendió una noche antes.
Llegada la hora de despedirnos, mi mano cubierta por un guante de franela toca el grueso cristal que me separa de mis PIGMALIONES, ellos hacen lo mismo, y es entonces cuando la magia se mezcla con la conciencia y se produce el milagro, uno a uno van saliendo de su cubículo para cogerme del brazo y juntos danzar sobre las baldosas amarillas que nos conducirían hacía...
¡LA TIERRA DE HOZ!
No hay comentarios:
Publicar un comentario