EL SECRETO DE HORNACHUELOS
CAPITULO SEGUNDO
Conozco muy bien Suiza, era uno de los lugares preferidos de Francisco de Asís y de Hoces, Duque de Hornachuelos, para mi pena ya fallecido. Le encantaba que le acompañara y siempre me recibía en el aeropuerto con una limusina y un bouquet de violetas.
Cansada del viaje solo deseaba llegar al hotel, ese que desde sus cristaleras me regalaba una maravillosa vista de la catedral de Notre Damme de Ginebra.
Reconozco que siempre tenia hambre, y he llegado a la conclusión de que los ricos pasan y mucha.
Me explico, no es de buena educación según ellos comer a manos llenas, con ansia, no no no.. hay que salir comido, meado, y cagado de casa, yo soy mas terrenal, mas de andar por casa, y cuando tengo hambre tengo hambre y punto.
No muy lejos al otro lado de la calle del hotel había una pizzeria que nada mas bajar y sin llegar a cruzar la acera ya se podía respirar un intenso olor a aceite de oliva, masa de pan tomate y orégano.
Porfi, porfi, le suplicaba, aunque no tenia por que hacerlo antes de que se lo volviera a pedir ya estábamos los tres, el yo y el marques de San Vicente compartiendo mesa en el local que nada mas entrar por la puerta te ofrecía unas vistas increíblemente acogedoras, normales tranquilas, que te transportaban a la Toscana italiana.
Recuerdo a ese personaje increíble, grande, con mandil y un bigote tan grande que me lleno de ternura cuando dirigiéndose a nosotros nos pregunto que deseábamos comer en un perfecto español.
Jolines que ilusión y ni corta ni perezosa le conteste como si no hubiera mañana...!Quiero unos huevos fritos!, todos se rieron pero a los diez minutos pude saborear los mejores huevos fritos de mi vida, en Suiza, en Ginebra y en una pizzeria antes de volver para descansar, engalanarme y que llegara la hora de que nos recogieran para participar en uno de los acontecimientos mas importantes de ese momento, la boda de la hija del presidente de la banca judía en Suiza.
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