EL SECRETO DE HORNACHUELOS
CAPITULO QUINTO MAS CUATRO
BIARRITZ
Tal como hoy viajamos hacia Francia.
Nunca se me paso por la cabeza que ese día iba a recibir un regalo solo para mi alma, y aunque para ti ya era familiar y deseabas mostrarme lo encantador del lugar, Le Chateau du Clair de Lune, solo pude enmudecer ante tanta belleza.
Me dijiste en una ocasión que si te pedía la luna irías por ella y me la traerías, pues es evidente que eras hombre de palabra, ya que pude caminar por ella junto a ti, y sin moverme de la tierra.
Me daba igual todo, era tan feliz recorriendo el camino hacia nuestro destino.
Nerviosa , inquieta, excitada, era una sensación difícil de explicar.
La utopista iba regalando a mis ojos unos paisajes de montañas y valles interminables,
Necesitaba sentir el aire de la mañana en mi rostro y baje la ventana del coche, saque la cabeza y acaricie con la mano al aire que cual galán cautivador se dejaba seducir sin poner ninguna traba.
Llegamos al peaje y en unos segundo pasamos a un mundo nuevo, limpio, ordenado, de casas bajas y gente paseando a sus mascotas, calles perfectamente señalizadas, y para mi sorpresa unas avenidas coquetas engalanadas con pensamientos, rosas enanas, tulipanes y un sin fin de flores conjuntadas con un exquisito gusto y el aire se impregno de un suave y dulce olor a mar que te invitaba a contemplarlo a la mayor brevedad posible.
Una ciudad con identidad propia, puertos, playas noveleras y discretas con un encanto cautivador.
Fascinada escuchaba los latidos de mi corazón que solo quería salir de mi pecho.
Le encantaba fotografiarme, que si te pongas encima de los cañones, que agarres el brazo de una armadura medieval, que ponte delante de ese acantilado que las olas rompan y di patata, que esto que lo otro...su deseo era solo uno, inmortalizar cada momento que compartiamos juntos.
Comer en Garderes en la terraza, en una ciudad abrazada por el Cantabrico era todo un sueño hecho realidad, descansar en el Hotel du Palais, para mas tarde acudir al Casino rodeado de hermosos palacetes y edificios señoriales que te transportaban a la época de Eugenia de Montijo, cuanta historia y encanto.
Momentos inolvidables, eso si siempre acompañados por el marques de San Vicente, que le vamos a hacer, pero bueno no incordiaba tanto, todo lo contrario era como una enciclopedia andante, El tiempo con el se esfumaba veloz. Escucharle era una delicia, y no eran precisamente batallitas lo que me contaba, empezaba con cualquier tema y continuaba, continuaba, continuaba... hasta el infinito y mas alla.
Me siento afortunada de haber tenido a mi lado a personajes tan interesantes, cultos, cariñosos que me enseñaron que la vida era algo mas que la basura que nos rodea, y que ellos los nobles existian por que creian que el pueblo estaba para cubrir sus necesidades, y que siempre los dos tubieron muy claro que si existian era por que el pueblo les necesitaban para conseguir su libertad.
Un masaje en el corazón es siempre un viaje hacia la carcajada.
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