EL DESAYUNO SABE MEJOR DURANTE LA CENA
Mi estatura francamente no es muy grande, pero nunca llegue a imaginarme que me vería tan pequeñito como me sentí en la pasada noche.
Un misterioso crujido totalmente diferente a los que yo estaba acostumbrado en mi casa, me desvelo y me halle perdido en una enorme sabana de nieve templada donde tu reposabas exhausta después de unas acaloradas horas llenas de susurros, sudor, gemidos y placer junto a mi.
Extendí una y otra vez mi brazo, ese brazo donde tu cabeza descansaba en busca del interruptor para poder encender la lamparilla de la mesita de noche, sin que mis esfuerzos diesen resultados.
Poco a poco mis ojos fueron habituándose a la semioscuridad del cuarto, y los débiles resplandores provenientes del bulevar fueron suficientes para iluminar la escena.
¡O habían aumentado de tamaño los muebles, o era yo quien había encogido tristemente!. Pronto salí de dudas. El cambio tan solo me había afectado a la mente, ella dormía en la mas apacible de las tranquilidades a mi lado, ni por un instante pensé en volver a dormirme de nuevo, era una tontearía teniendo junto a mi el mas maravilloso de los paisajes que la vida me permitía contemplar, y después de pensar un largo rato llegue a la conclusión de que...
EL DESAYUNO SABE MEJOR DURANTE LA CENA.
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