SATANÁS LA SOMBRA DE LA DEIDAD
Al final chocaron las copas pero no desapareció la magia, todo lo contrario.
El no dejaba de mirar su esbelta garganta adornada por un magnifico collar de perlas en las cuales habia que fijarse muy bien, ya que se emboscaban perfectamente entre la formidable palidez del cuello, que como el resto de las partes de su cuerpo sobresalían del diminuto traje, el cual apenas dejaba nada a la imaginación.
¿Que piensas Beatrize?
Dímelo tu Dan.
Te sonrojarías y yo quedaría como un grosero y no es mi estilo.
¿Crees que tengo pinta de sonrojarme e incluso asustarme o sorprenderme con que me hagas saber tus intenciones?
¿Intenciones?
Si, esas que son iguales que las mías.
¿Debo de insinuar que estas pensando lo mismo que yo?
¿Y en que estoy pensando?
En seducirme, pero no sabes como voy a reaccionar y me encanta como estas tanteando el terreno.
Si me sigues sonriendo de esa manera dejare mi faceta de conquistador y me saltare todos los protocolos.
Pues hazlo,¿ a que estas esperando?
Me desmontas, nunca me había pasado una cosa igual con nadie que no conociera de ante mano.
Me has hechizado y eso no puede ser bueno.
Ya...
Y en la pócima de amor ¿que es lo que te he echado?
No se pero la cabeza me da vueltas, solo deseo poseerte hacerte mía.
No te sorprende que me comporte así ¿verdad?
Para nada Dan, sabia que iba a pasar nada mas poner un pie en el casino.
Si no eras tu iba a ser cualquier otro, por que es evidente que hoy como todas las noches juegue o no a la ruleta haré saltar la banca.
Entonces que mejor que conmigo, vamos ven ¿me permites pedir una suite?
Beatrize ladeo la comisura del labio hacia la izquierda en señal de afirmación, dejando que la siguiera hasta el mostrador de la parte dedicada al hotel, donde una vez concluido el diminuto paseo se aparto con la exquisita elegancia que la envolvía, para que Dan la adelantara, y así mientras sus feromonas competían por hacerse un lugar en el cuerpo del otro casi arañando sus alientos, pudiera entregar su tarjeta platino al ujier y pudiese asignarles la mas deseable de las estancias para tan exclusiva pero también única ocasión.
Concluido el tramite, Dan le volvió a ofrecer su mano, la misma que sobresalía de un puño de camisa blanca adornada con un gemelo en forma de escudo.
La mano de Beatrize se fundió con la de Dan, y a paso mas bien ligero fueron hacia el ascensor donde les aguardaba un joven muchacho vestido con casaca, pantalones y gorra roja, con botonadura dorada y entorchados a juego el cual les pregunto a que piso deseaban los señores ir.
Continuara......
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