miércoles, 24 de febrero de 2016

¿PUEDO ABRAZARTE?
Pregunto ella.
Y acercandosele le beso ampliamente, con precaución, pero en un abrazo sin fin.
Hoy como cada noche me he sumergido en el mundo de la indigencia, para con la excusa de coger alguna que otra barra de pan que luego me sirven para dar de comer a los pájaros de una finca cualquiera de la sierra de Madrid, poder conocer a gente que por lo que sea la vida les ha obligado no solo a pedir, ademas a cruzar los dedos para que la señorita o señorito de turno haya tenido un buen día, y no solo no se le haya ocurrido desparramar una botella de cualquier producto de limpieza, incluso posos de café o cascaras de naranja exprimidas encima del ultimo pan horneado unas pocas horas antes.
Aveces las bolsas negras llegan pronto, otras veces tengo que esperar con ellos mas tiempo y eso hace que entre paseo y paseo arriba y abajo de la calle, nos crucemos los unos con los otros y con cualquier excusa hablar de cualquier cosa que no es otra que sus vidas.
Hoy me considero afortunada porque he conocido a un ser muy pero que muy especial.
Su nombre Jesús, sin trabajo, sesenta y un años y con trescientos treinta euros de pensiona.
Grande, muy grande, con mucho pelo,super educado, ex cabo de la legión, divorciado, sin hijos, con un perro que se quedo su mujer cuando después de perder su trabajo hace unos años de guardia de seguridad en el metro de Madrid, le abandono.
Normal, le he dicho yo, porque como dice el dicho "cuando el dinero no entra por la puerta el amor sale por la ventana", se ha reído y reído mucho, bueno nos hemos reído los dos.
Hablando, hablando, hablando, hemos llegado a 1976 cuando en el Sahara a lomos de un camello hacia guardia las noches de invierno, y el viento del siroco le acariciaba la cara como única compañía.
Mira que soy de no dejar hablar, pero en esta ocasión no he podido articular palabra y solo deseaba que el tiempo se detuviera para que me siguiera describiendo el color, la tesitura incluso el olor de las dunas al atardecer.
El frio helador de esta noche de un plumazo se me ha ido, y me ha envuelto el calor del desierto, y he notado como mis pies se hundían en la fina arena del color del azúcar moreno de mi café de por las mañanas.
Hoy con su relato me ha dejado que entrara en una vida muy vivida, sin permiso, tranquilamente, dulcemente hemos compartido sus recuerdos donde no había espacio para el pudor porque la honestidad lo envolvía todo.
Hoy no solo estoy cansada por las horas que son, hoy la agitación interior no me deja dormir, y siento que simplemente por el echo de que alguien te regale una parte de sus sentimientos, solo por eso merece la pena salir a bucear ....

PORQUE EN MADRID SI HAY PLAYA.



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