BIOMBO NEGRO
El reloj hablaba alto, lo tire, me daba miedo lo que decia.
¿Estas dispuesto a morir y no sabes matar?, entonces querido no eres de fiar.
Veo cosas terribles y por primera vez las he podido tocar, quien sabe si con el tiempo logro llegar a ser una de esas buenas personas que deambulan sin rumbo fijo por el sendero que solo conduce a un lugar que no es otro que la cita con la muerte.
Cuando siento que mis fuerzas se encuentran al limite, es entonces cuando invoco a mi anjana, esa que me deja en el umbral de mi puerta regalos por haber sido misericordioso, y me castiga si por el contrario he obrado mal.
Salgo cada noche en busca de" yo que se", aun así lo hago porque mi curiosidad por ver lo diferente que es la vida cuando anochece, y los privilegiados con techo se recogen en sus salones con calefacción y un cuenco de palomitas a ver como una tras otra las sentencias de muerte se van ejecutando sin piedad, y cuando el cansancio les invade simplemente con dar al mando a distancia bajan el telón de la representación y echan a dormir sus conciencias como si no hubiera pasado nada, y francamente para ellos nada ha sucedido ni en tierra, ni en mar, ni en aire.
Camino, camino e incluso corro cuando la lluvia arrecia para guarecerme, ya que no llevo paraguas vaya a ser que se me olvide en algún lugar y cuando me vuelva a la memoria que lo llevaba y regrese, ya voluntariamente cansado de esperar decidió tener un nuevo dueño.
Miro los escaparates y saludo, sonrío e incluso mantengo conversaciones con los que los habitan que no son otros que unos pobres maniquíes eso si afortunados ya que son los que de todos los empleados seguro poseen un contrato indefinido.
A veces me siento frente a ellos en el asiento de la parada de un autobús cualquiera de la acera de enfrente y les observo. Veo como se desperezan estirando los brazos y las piernas, como se abrazan por poder una noche mas volver a la vida aunque sea incomprensible y no elegida.
Me acerco sigilosamente, intentando no hacer ruido, no pretendo ni por un solo instante invadir su intimidad, pero mi curiosidad hace que me pare y les mire sin pudor alguno con la sola intención de que me inviten a compartir su mundo.
Es extraño y a la vez excitante saber que para nada les importa mi presencia, todo lo contrario sus caras se ladean para observarme mejor, sus labios hacen una mueca picara y sus ojos compasivos me invitan a que entre en su reducido pero libre espacio, porque no son ellos los que se encuentran atrapados sino yo en una pompa de jabón apunto de estallar y solo pretenden salvarme.
Ellos dentro, yo fuera da lo mismo total querer es poder y ellos y yo en el silencio de una de tantas frías madrugadas de invierno, para entrar en calor me enseñan unos pasos de baile que como buen alumno aventajado regresa cada noche a interpretar delante de sus profesores lo que con tanto interés aprendió unas horas antes.
Llega la hora de despedirse y mi mano cubierta por un guante de franela toca el grueso cristal que me separa de mis pigmaliones, ellos hacen lo mismo y es entonces cuando la magia se mezcla con la conciencia y se produce el milagro cuando salen de su jaula para juntos danzar sobre las baldosas amarillas cogidos del brazo hacia la tierra de oz.
SI ES MEMORIA
NO ES HISTORIA
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