LA SALIDA DE EMERGENCIA NO ES SIEMPRE LA PUERTA PRINCIPAL
Porque hablando más de tu vida, entiendo más el sentido de tu muerte, es por lo que mi mente no solo no deja de recordarte, también intenta una y otra vez no olvidar ni uno solo de los momentos vividos a tu lado hermana, por muy tristes y dolorosos que sean algunos, intenta una y otra vez mi mente no olvidar cada risa que compartimos cuando nos contábamos esas pequeñas cosas que con tanta gracia nos decíamos al oído mientras cogidas de la mano, paseábamos por esas vías de tren que tantas y tantas veces nos habían dicho que no debíamos hacerlo y que aun así lo hacíamos.
¿Recuerdas?, no muy lejos de ellas había un terraplén por donde no nos quedaba otra que pasar camino a casa, con nuestros vestidos cortos y bragas blancas de algodón, aun así era demasiada la tentación para dos niñas el pasar de largo y no deslizarse por él, eso sí, llegando al final llenas de tierra, envueltas en polvo de un color arenoso a la casa de nuestra tía, esa que nos cuidaba a cambio de dinero que nuestro padre enviaba de Suiza, y que tal y como llegábamos nos lanzaba contra su marido para que viera como veníamos y claro, primero una y luego la otra nos hacia entrar en una habitación donde se quitaba el cinturón y nos molía a latigazos, tú, hermana, llorabas, suplicabas que parase, cosa que nunca hizo, yo por el contrario cuando me encerraba una vez acababa contigo y me ordenaba que llorase mi contestación era siempre ¡NO VOY A LLORAR!, ¡QUE LLORES! decía desesperado, jamás me vio soltar una sola lágrima, y todo porque unas niñas de 8 y 10 años habían tenido el atrevimiento de divertirse un rato sin reparar en lo que llevaban o no puesto.
Tú, hermana Carmen, saliste por la puerta principal y no volviste, yo supe encontrar la salida de emergencia, salí de allí con la esperanza de volver a cogerte de la mano, reírme contigo en las vías del tren, deslizarnos juntas de la mano por el terraplén, envolvernos una vez mas en el polvo que lo cubría y llegar junto a ti a esa casa siniestra envueltos nuestros vestidos y bragas en un color arenoso, recibir las palizas juntas, donde mi ropa podía mojarse con las lágrimas que en el suelo habías tú dejado unos instantes antes, y cuando ya cansado de pegarnos y dejarnos tiradas en el suelo, ver yo que era la segunda castigada como se volvía a poner el cinturón de cuero en el pantalón, salía del cuarto y como si no hubiera pasado nada, ponerse a comer mientras en un rincón yo te abrazaba y te susurraba (ve tu a saber el qué) mientras entre lágrimas sonreías.
TÚ, HERMANA CARMEN, SALISTE POR LA PUERTA PRINCIPAL Y NO VOLVISTE...
YO, SALÍ POR LA PUERTA DE EMERGENCIA Y TE ENCONTRÉ.
No hay comentarios:
Publicar un comentario