LOS MUERTOS NO MIENTEN
Las mañanas y las tardes las paso entre un duermevela fatigoso e interrumpido, si bien cuando llega la noche y me dejo caer en la cama apoyando la cabeza entre varias almohadas fieles compañeras donde mis penas, mi cansancio, mis problemas incluso algunas que otras ilusiones, terminan en ellas esperando a que un sueño reparador se acerque lentamente y me obsequie no solo con su presencia, también con su generosidad, para que una vez despierte pueda recordar lo soñado sin que se me haya borrado de la mente.
Hoy he soñado, y en mi sueño acompañaba a un lozano difunto el cual me llevaba de su brazo y aunque por su aspecto imagine que pasaba de los setenta u ochenta años, creí que necesitaba apoyarse en algo o alguien para no desplomarse, o sencillamente fuera porque necesitaba de mi para continuar erguido junto a una mujer, como en el bien dicho "GENIO Y FIGURA HASTA LA SEPULTURA".
Ambos mientras paseábamos tranquilamente y nos cruzábamos con mas gente en nuestro camino, manteníamos una amena conversación sobre los preparativos de sus exequias, disfrutando de un paisaje bucólico colmado de una vegetación frondosa y un clima tan cálido que no me quedo mas remedio que abrir mi sombrilla para guarecernos ambos del resplandeciente sol que no dejo de acompañarnos en ningún instante.
Andaba erguido con sombrero de copa, guantes y levita, sus manos huesudas imagino que por la delgadez de su figura me aferraban a el para no caerse por si por desgracia tropezaba con algo que se hallase en el sendero.
Pasamos por un edificio nuevo al cual le faltaban por poner unas losas de granito y lo comentamos, que raro me dijo el, a lo que yo le conteste que no era nada raro ya que al fin y al cabo solo eran losas de la entrada y los operarios ya habían echado la tierra y la gravilla, tienes razón me contesto quizás cuando volvamos a pasar de nuevo ya este totalmente finalizada la obra.
En nuestro agradable paseo no dejábamos de hablar y hablar y hablar mientras saludábamos a todos aquellos con los que nos cruzábamos, a veces con un hola, otras con un hasta luego e incluso con un ya nos veremos luego que ahora vamos esta señora y yo a que le den el pésame, vamos a que la acompañen en el sentimiento por mi tan repentina muerte.
Era divertido, alegre, y me contagiaba con su optimismo, su risa, con sus anécdotas atrevidamente ligeras y picantonas, y todo junto me transmitía una paz tan grande que porque jamás hubiera aceptado como buen caballero que era que me quedara con el si le hubiera propuesto hacerlo, que sino lo habría hecho sin pedirle permiso alguno.
Me desperté tranquila, serena, como flotando en el aire y recordé que a la vuelta de nuestra excursión
MI ANGEL DE LA GUARDA YA NO ME ACOMPAÑABA Y LAS BALDOSAS ESTABAN PUESTAS.
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