domingo, 22 de octubre de 2017

COMO FANTASMAS DE UN SUEÑO AGITADO

Esquina a esquina, con pasos en apariencia valientes y que, sin embargo, no van a ninguna parte, recorre el trayecto que de sobra le es conocido entrelazando con los varones miradas comprometidas, anuncio de un edén repleto de erotismo.
¿Esta roto el ensueño?
¿Cuantas veces?
Muchos de ellos la miraban por encima del hombro, y otros le manifestaban mediante piropos soeces lo que les pasaba en ese momento por la cabeza de abajo que no por la cabeza de arriba, lugar donde se les acumulaba en ese instante toda la sangre convirtiendo su cerebro en un afligido "pueblo fantasma".
Solo "el sereno" la saludaba amigablemente a eso de las ocho de la mañana, cuando se cruzaba con ella de regreso del club de alterne donde se pasaba las noches de lunes a domingo camino de la habitacion que tenia alquilada en la calle Constancia numero 9.
¡Hola Bella!
¡Buenos dias querido!
¿Ya de recogida?
Ya, si.
¿Mucho repelente esta noche?
Unos pocos...
¿Pero que llevas en la mano?
¡Las sandalias querido!
Ya veo...
No puedo mas con ellas en los pies
Normal.
Bueno, parece que ya nos retiramos los dos...
Eso parece.
¡Hasta mañanita vida!
¡Hasta mañana Bella!
Bella si, muy Bella... continua caminando descalza, pero con paso firme, con paso trotador y sola porque nunca ha necesitado ir colgada del brazo de un chulo de barrio, y llega al portal, mete la llave, abre y empuja la puerta de hierro con la rodilla y a la vez con el hombro izquierdo, y mientras lo hace una mueca de perversidad se dibuja en la comisura de sus labios cuando se le viene a la mente lo acontecido horas antes, recordando las palabras que uno de los asiduos al local le susurraba y que no eran otras que... "bonitas piernas, ¿a que hora abren?"...
Entonces y solo entonces es cuando antes de subir las escaleras se deja caer en una de ellas, extenuada enciende un pitillo mientras ve como se refleja su silueta en el cristal de una de las ventanas de uno de los dos patios interiores de la finca, exhala, tose, se aparta el flequillo de la cara, y pasado unos minutos vuelve a levantarse, mira en el bolso para comprobar si los billetes arrugados como sus medias se hayan dentro de el, apaga el cigarro y llora, llora porque se le viene a la mente como mientras hablaba con uno de los consumidores de su producto en un momento de la noche la llamó...

¡SEÑORA!




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